Según la ONU, cada año se producen más de 300 millones de toneladas de plástico y sólo el nueve por ciento se recicla. El resto acaba en vertederos, océanos e incineradoras, donde puede persistir durante siglos.
El mundo se enfrenta a una crisis del plástico y muchos coinciden en que se necesitan medidas urgentes para abordarla. Es por eso que representantes de 175 naciones se reunirán en Nairobi, Kenia, del 13 al 19 de noviembre, para negociar por primera vez qué medidas concretas deberían incluirse en un tratado global vinculante para poner fin a la contaminación plástica.
Se espera que las negociaciones en Nairobi sean acaloradas y desafiantes, a medida que las naciones intenten encontrar un terreno común y un equilibrio entre sus necesidades y responsabilidades. El resultado de las conversaciones podría tener un impacto duradero en el futuro del plástico y el medio ambiente.
La alta ambición versus la baja ambición
(Foto: ROB ENGELAAR/ANP/AFP vía Getty Images)
(Foto: ROB ENGELAAR/ANP/AFP vía Getty Images)
Uno de los principales puntos de discordia en las negociaciones es el nivel de ambición y compromiso que debe tener el tratado. Hay dos campos principales: el alta ambición y baja ambición.
El campo de las grandes ambiciones está formado por países y grupos ambientalistas que quieren que el tratado incluya disposiciones sólidas y vinculantes para reducir la producción y el consumo de plástico, especialmente el plástico de un solo uso, que representa la mitad de los desechos plásticos generados a nivel mundial.
También quieren que el tratado promueva la transición a una economía circular, donde el plástico se reutilice, se recicle o se convierta en abono, en lugar de desecharse o quemarse.
El bando muy ambicioso sostiene que abordar las causas fundamentales de la contaminación plástica es la única manera de resolver el problema de manera efectiva y sostenible.
Señalaron que los enfoques actuales, como mejorar la gestión de residuos y el reciclaje, no son suficientes, ya que sólo abordan los síntomas, no la enfermedad.
También advirtieron que la industria del plástico se está expandiendo rápidamente y que sin regulaciones estrictas, la crisis del plástico solo empeorará.
El campo de baja ambición está formado por países y asociaciones industriales que quieren que el tratado se centre en mejorar la gestión de residuos y el reciclaje, en lugar de limitar la producción y el consumo de plástico.
También quieren que el tratado sea flexible y voluntario, permitiendo a los países establecer sus propios objetivos y medidas, de acuerdo con sus circunstancias y capacidades nacionales.
Los partidarios de la baja ambición sostienen que el plástico es un material esencial y beneficioso, que proporciona muchos beneficios económicos y sociales, como comodidad, asequibilidad, higiene e innovación.
Afirmaron que el plástico no es el problema, sino la forma en que se gestiona y elimina.
También enfatizaron que los países tienen realidades y necesidades diferentes y que imponer reglas uniformes y rígidas sería injusto y poco práctico.
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Las esperanzas y los temores por el tratado
Las negociaciones en Nairobi es la tercera de cinco sesiones en un proceso acelerado que apunta a concluir las conversaciones el próximo año para que el tratado pueda adoptarse en 2025.
Las sesiones anteriores, celebradas en Bangkok y París, fueron principalmente de procedimiento y preparatorias y no profundizaron en las cuestiones sustantivas.
La sesión de Nairobi es la primera oportunidad para que las partes discutan el proyecto de tratado, que fue publicado en septiembre por los copresidentes de las negociaciones.
El borrador del tratado describe los posibles elementos y opciones para el tratado, abarcando sus objetivos, principios, alcance, obligaciones, arreglos institucionales y apoyo financiero y técnico.
El proyecto de tratado pretende servir de base para el debate y la negociación y no refleja ninguna posición oficial ni consenso.
Presenta opciones tanto de alta como de baja ambición, sin favorecer ni excluir a ninguna de ellas. También invita a comentarios y sugerencias de las partes, para ayudar a refinar y mejorar el texto.
Muchos han acogido con satisfacción el proyecto de tratado como un paso positivo y constructivo que refleja la diversidad y complejidad de la cuestión del plástico.
Sin embargo, algunos también lo han criticado por ser vago y ambiguo, lo que deja demasiado margen para la interpretación y la negociación.
Las esperanzas y los temores sobre el tratado son grandes, mientras las partes se preparan para entablar un diálogo crucial y decisivo, pero también hay mucho en juego, ya que el tratado podría tener un impacto profundo y duradero en el futuro del plástico y el medio ambiente.
El tratado podría ser un logro histórico e innovador, que podría establecer un nuevo estándar y dirección global para abordar la crisis del plástico.
También podría ser una oportunidad perdida y una decepción, que podría no abordar las causas profundas y la urgencia del problema.
El resultado de las negociaciones dependerá de la voluntad política y el compromiso de las partes, así como de la presión y el apoyo del público y las partes interesadas.
El destino del tratado y el destino del plástico están en sus manos.
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