Es oficial: el presidente número 46 de Estados Unidos está a punto de salir. Después de un único mandato marcado por planes ambiciosos pero con un seguimiento modesto, Joe Biden está concluyendo su mandato y, con cierta reticencia, se encamina hacia el ocaso. A pesar de las elevadas promesas en todo tipo de temas, desde la reforma de las políticas de drogas hasta la lucha contra el cambio climático, la presidencia de Biden ha sido una clase magistral sobre cómo las buenas intenciones no siempre dan buenos resultados. Sus iniciativas internas produjeron atolladeros regulatorios y, a pesar de salir de Afganistán, su diplomacia internacional se enredó cada vez más en el tipo de conflictos que alguna vez prometió evitar. En cuanto a la deuda estudiantil, su boca firmó cheques que el Congreso y los tribunales no cobraron. En cuanto a las libertades civiles, el comercio, la guerra contra las drogas y la bidenómica, el público estadounidense vio resultados mixtos y, en ocasiones, una absoluta decepción.
«Cometí muchos errores en mi carrera», dijo Biden en sus palabras de clausura en la Convención Nacional Demócrata, «pero les di lo mejor de mí». ¿Fue lo mejor que hizo lo suficientemente bueno? No fue suficiente para allanar el camino para que los demócratas conservaran la Casa Blanca. Con el regreso de Donald Trump para ocupar la Oficina Oval, gran parte del trabajo de Biden pronto quedará deshecho u olvidado. El hombre que prometió en su discurso de victoria de 2020 marcar el comienzo de «un tiempo para sanar» deja en cambio un panorama fracturado y polarizado. He aquí un vistazo a la saga de un solo mandato de Biden y lo que significa.