El PP lleva sin celebrar un congreso ordinario –en el que se debate la base ideológica y se renuevan los estatutos– desde febrero de 2017. Estaba Mariano Rajoy de presidente del partido y del Gobierno y todavía faltaban ocho meses para el referéndum ilegal de independencia en Cataluña. Siete años que parecen 20.
El anuncio de que Pedro Sánchez ha decidido convocar el congreso federal del PSOE este próximo mes de noviembre ha puesto ante el espejo a los populares y varios miembros de la dirección, según ha podido saber EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, se han activado, a petición de Alberto Núñez Feijóo, para analizar la posibilidad de realizar uno a principios del año próximo. No es fácil organizar un cónclave de este tipo ni a nivel logístico (hay que reservar con varios meses de antelación un espacio para miles de personas, por ejemplo, en 2017 se reunieron más de 3.000 compromisarios) ni tampoco a nivel político. Dejando al margen posibles golpes de estado (Esperanza Aguirre contra Rajoy, 2008), algo que en estos momentos nadie en el partido prevé, en los congresos, el partido se abre en canal y, aunque la dirección controle las ponencias que propone debatir, las agrupaciones de toda España pueden presentar enmiendas y proponer temas muy diversos que desencadenen choques internos.
El cónclave del PSOE pone ante el espejo a los populares, que llevan siete años sin debate de ponencias
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Los conservadores llevan tres años incumpliendo los estatutos, que concretan en su artículo 31 que los congresos ordinarios se celebrarán cada cuatro años. Si se “altera” la convocatoria por “procesos electorales”, apunta el texto, debería celebrarse “como máximo 12 meses después de la fecha en la que hubiera correspondido”.
Dos «extraordinarios»
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La agitada vida del PP estos últimos años ha llevado a que sus sucesivos dirigentes (Pablo Casado, entre 2018 y 2022, y Feijóo desde ese último año) hayan utilizado la misma excusa para no organizarlo: que el partido había realizado congresos “extraordinarios” para elegirles a ellos y de esa manera volvían a poner en marcha el reloj de los cuatro años para hacer uno “ordinario”. Casado fue aupado a la presidencia de la formación en julio de 2018, tras la moción de censura de Sánchez a Rajoy. Y Feijóo le sucedió, en abril de 2022, cuando se abrió la guerra interna con Isabel Díaz Ayuso y la mayoría de los barones decidieron que el político gallego cogiera las riendas del PP.
Casado fue el primero que incumplió los estatutos, porque debería haber convocado el congreso ordinario en 2021, cuatro años después del anterior de Rajoy. Sin embargo, su debilidad interna, con Ayuso ya con un perfil potente tras su crecimiento durante la pandemia y el confinamiento, le llevó a ser cauto y prefirió cambiar el orden que marcan los estatutos: dejó el congreso nacional para el último y empezó con los congresos provinciales e insulares y los autonómicos. Todo para asegurarse el control del partido, algo que, como se demostró después, no consiguió. La silla se la movieron antes de llegar al congreso.
Impulso por si hay generales
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Feijóo, por su parte, blandió también el argumento de que 2023 era año electoral (municipales, autonómicas y también adelanto de las generales). Ahora, Ayuso, con menos brío político por los problemas fiscales y judiciales de su pareja, Alberto González Amador, no parece un obstáculo para el presidente del PP y un congreso, si está asegurada la reelección por aclamación (como ya lo logró en 2022), puede servirle de impulso ante un 2025 lleno de incertidumbres teniendo en cuenta la debilidad de Sánchez en el Congreso y la incógnita de si adelanta elecciones generales (otra vez).
El desafío para Feijóo, en este caso, llegaría por el lado del contenido especialmente. Como presidente de la formación debería definir, junto con el resto de altos cargos, la posición del PP en asuntos que, estos últimos años, han evitado, les han incomodado o sobre los que han mostrado posiciones internas divergentes. Según altos cargos del partido, serían tres principales: la relación con los partidos de ultraderecha, la inmigración y la cuestión territorial, con la ley de amnistía y la financiación singular sobre la mesa.
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Tampoco convenciones
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Además, el PP también está faltando al artículo 42, que marca la obligatoriedad de hacer convenciones nacionales cada año (salvo en los que se haga congreso nacional). En esas convenciones, según los estatutos, se evalúan “las políticas que el partido desarrolla” y se ofrecen “orientaciones, sugerencias” y se hacen “balance de las políticas” de la formación. Casado hizo dos convenciones, en enero de 2019 y a finales de septiembre de 2021. En la primera, Ayuso se paseaba por los pasillos emocionada, al borde de la lágrima, porque el jefe de filas le había nombrado candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, algo que nadie esperaba, tampoco ella. En la segunda, dos años más tarde, la presidenta llegó al cónclave justo el último día después de un viaje oficial a EEUU. La guerra con Casado ya había empezado.
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