Las declaraciones de Víctor de Aldama asegurando que habría pagado comisiones en metálico y en especie a José Luís Ábalos y a Koldo García como recompensa por sus gestiones para obtener contratos para el suministro de mascarillas durante la pandemia del coronavirus y puntualizando que el encuentro con el presidente del gobierno, del que hay testimonio gráfico, no fue fortuito y que este incluso le habría agradecido los servicios prestados, generaron una reacción inmediata en el PP. Este, por boca de su presidente, Alberto Núñez Feijoo, reivindicó la dimisión de Pedro Sánchez, la apertura de una nueva etapa de la vida española y mostró su predisposición a presentar una moción de censura si contaba con los suficientes votos favorables.
No es la primera vez que el PP amaga con presentar una moción de censura, siempre aprovechando la presunta corrupción vinculada al gobierno, que, aunque las circunstancias no sean exactamente las mismas, fue precisamente la razón que permitió que prosperase la moción de censura de Sánchez contra Mariano Rajoy. Pero el PP siempre obtiene la misma negativa por parte de los partidos que podrían garantizar que esta prosperase, Junts per Catalunya y el Partido Nacionalista Vasco.
Hace tiempo que el PP tiene una posición complicada en el sistema de partidos español. Porque aunque es el primer partido tanto en votos como en representación, su potencial de coalición es muy limitado. No es visto como un socio deseable por la inmensa mayoría de partidos del arco parlamentario. Solo los pequeños UPN y CC parecen estar en condiciones de ser incondicionales de los populares mientras que con Vox, la formación de mayor dimensión mantiene una relación complicada. No hay que olvidar que hace unos meses este partido rompió sus acuerdos con el PP en las Comunidades Autónomas en las que gobernaban conjuntamente y que ahora acaba de romper la coalición en el ayuntamiento de la ciudad de Burgos.
Pese a ello, son precisamente los acuerdos con Vox como consecuencia de la política de cordón sanitario que le aplican la mayoría de partidos lo que dificultan al PP la consecución de otros potenciales socios. Por ello, puede esperar a que se celebren elecciones, no se sabe cuando, y fiarlo todo a las encuestas que dicen que tendría la mayoría con Vox, algo que de manera equivocada también pronosticaban en 2023. O bien, alternativamente puede empezar a plantearse como rehacer los puentes con las formaciones periféricas bien sea en la perspectiva de una posible moción de cesura, bien sea en la perspectiva de la repetición de unos resultados como los de 2023, por muy complicado que pueda ser obtener simultáneamente el apoyo de partidos que son antagónicos.
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Para ello, quizás convendría que el PP prestase atención a algunas de las reivindicaciones autonómicas empezando, por ejemplo, por la lengua y dejase de vetar el uso de las lenguas autonómicas en las instituciones europeas. Sobre todo ahora que Vox, de manera muy pragmática, está empezando a utilizar el catalán en el Parlament de Catalunya, mientras que inexplicablemente, el PP catalán, y en particular su líder Alejandro Fernández, sigan resistiéndose a ello.
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