A medida que se acerca el otoño, la Oficina Meteorológica de España, AEMET, ha desvelado su previsión estacional para toda la región de Andalucía.

El anuncio se hizo público el pasado viernes 15 de septiembre durante una rueda de prensa ofrecida por Juan de Dios del Pino, delegado territorial de AEMET, y llega tras el ‘verano más cálido desde 1961’.

El pronóstico sugiere un 80% de probabilidad de precipitaciones, que podrían ser normales (30%) o superiores a la media (50%). Las precipitaciones previstas oscilan entre 136 y 215 litros por metro cuadrado.

Además, hay un 90% de posibilidades de tener temperaturas típicas (30%) o más cálidas de lo habitual (60%), con temperaturas promedio esperadas que oscilan entre 16,8ºC y 17,7ºC.

Según Del Pino, esta posibilidad de lluvias, aunque «prometedora», no resuelve el problema de la sequía.

Sin embargo, si el pronóstico de precipitaciones resulta exacto, podría proporcionar un alivio muy necesario para industrias agrícolas y ganaderas específicas, especialmente teniendo en cuenta que las precipitaciones han caído constantemente por debajo de los niveles promedio durante la última década, con las excepciones de 2017 y 2018.

Las previsiones de la AEMET sugieren un 80% de posibilidades de precipitaciones en Andalucía este otoño.

El meteorólogo explicó que Andalucía experimenta lluvias limitadas y esporádicas, sumado a una creciente ocurrencia de ‘Danas’ o eventos de gota fría.

Como resultado, una porción importante, aproximadamente el 57,5%, de las precipitaciones anuales de la región para este año agrícola provino de sólo dos episodios; en diciembre y primavera.

Estas lluvias hicieron que el verano fuera más húmedo de lo habitual en Andalucía, con más del doble de las precipitaciones habituales. Sin embargo, no consiguen paliar la sequía, ya que el déficit de precipitaciones para el año agrícola asciende a 207 litros por metro cuadrado.

Además, Pino ha destacado que el patrón de precipitaciones ha cambiado, con una reducción de las precipitaciones invernales y un aumento de las precipitaciones primaverales.

Este cambio conduce a una disminución en la ocurrencia de depresiones atlánticas, que generalmente traen precipitaciones suaves, uniformemente distribuidas y moderadas, y a un aumento en la frecuencia de las “Danas”, caracterizadas por precipitaciones concentradas, intensas y geográficamente irregulares.

Las posibles consecuencias de las lluvias intensas incluyen daños a los cultivos, erosión del suelo y un riesgo elevado de inundaciones causadas por fuertes aguaceros.

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