Políticamente en Catalunya, el 2024 pasará a la historia por ser el año en que por primera vez el PSC ganó unas elecciones al Parlament y en que con Salvador Illa al frente accedió en solitario al Govern de la Generalitat. La investidura de Illa como President de la Generalitat ha comportado la recuperación la normalidad institucional que el procés había destruido gracias al restablecimiento de relaciones y de cooperación entre las distintas administraciones, entre niveles de gobierno y entre instituciones pero también el restablecimiento de la interlocución con los más diversos agentes y organizaciones sociales. Este cambio en las formas es importante desde el punto de vista simbólico pero no es el cambio más relevante que se ha producido este año.
En una perspectiva de larga duración el cambio más relevante políticamente que ha acontecido en 2024 es más de fondo que de formas y es que, también por vez primera, los partidos independentistas, antes nacionalistas, no han sido capaces de revalidar la mayoría parlamentaria de la que disponían desde 1980 en el Parlament de Catalunya. Pero las novedades políticas relevantes no acaban aquí, ya que, además de haberse reducido el número de diputados independentistas, ese espacio político ha visto como aumentaba su fragmentación a causa de la irrupción de Aliança Catalana, un partido de derecha radical específicamente independentista surgido en el ámbito local y que en las elecciones autonómicas de mayo accedió al umbral de representación. Y siendo este un partido al que se le aplica la política de cordón sanitario, al menos por parte de los partidos de izquierdas, ya que Junts per Catalunya empieza a cuestionárselo, armar nuevamente una mayoría independentista va a resultar muy complicado.
Y es justamente la ausencia de esta mayoría junto a la capacidad que ha tenido el PSC para convertirse en un valor refugio por falta de alternativas, así como la habilidad de Salvador Illa para erigirse no solo como la opción menos mala sino incluso como una opción claramente deseable para muchos electores no precisamente socialistas, lo que ha permitido inaugurar un nuevo ciclo de la vida política catalana en el que esta formación se ha convertido en el actor principal. Y no solo por la relevante posición institucional de la que disfruta gobernando la Generalitat y Barcelona entre otras, sino por la posición pivotal que ahora ocupa en el sistema de partidos y por la ausencia de rivales.
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A pesar de ello se da la paradoja, por su condición de mayoría minoritaria, de que el PSC no tiene garantizada la aprobación de los presupuestos que le permitan desplegar su obra, pero eso se debe más a la dinámica interna de ERC que a su incapacidad para conciliar posiciones. Pero tanto si los aprueba como si no el PSC se mantendrá en el gobierno porque en estos momentos ni existe una mayoría alternativa ni ningún partido del arco parlamentario supone ninguna amenaza para él aunque hubiese nuevas elecciones. Los partidos a su izquierda están francamente debilitados y los que a su derecha podrían disputarle el espacio central están demasiado preocupados sus flancos radicales, Junts con Aliança Catalana y el PP con Vox, y mientras eso siga así el PSC seguirá siendo el campeón de la centralidad que conquistó en 2024.
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