La crisis interna en ERC ha vivido un antes y un después esta semana. La publicación de un manifiesto sobre el futuro del partido ha intensificado la batalla y ha hecho ya indisimulable la confrontación entre dos bandos, uno liderado por la secretaria general, Marta Rovira, y otro liderado por el expresidente de las siglas, Oriol Junqueras. Ambos se han lanzado a la carrera por el control del partido a cara descubierta y, sobre todo, han puesto de manifiesto que cada parte irá a la confrontación con estrategias opuestas. ¿Cuál es la acertada? La respuesta la tendrá la militancia en el congreso del 30 de noviembre. Allí se escogerá la nueva dirección y el nuevo rumbo.
La estrategia de Rovira
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El primer gran condicionante de la estrategia de Rovira es sobrevenido. Como Junqueras decidió dimitir del cargo hace dos semanas, ella ha asumido todo el peso de la organización. Eso significa que tiene toda la autoridad orgánica y un hilo directo con toda la estructura territorial del partido, pero también la responsabilidad y el desgaste de pilotar las negociaciones de investidura con el PSC. Y unas negociaciones siempre tienen un final imprevisible: en función del resultado, pueden reforzarte o pueden abrasarte. Desde su entorno lo miran en positivo: seguro que esta posición le dará foco y micrófono. Además, recuerdan que Rovira no repetirá en el cargo tras el congreso de noviembre para dejar paso a dirigentes afines -otra diferencia con Junqueras, que quiere volver a ser presidente-, lo que la liberará de presión: «Como está de salida, no estará secuestrada por la decisión [sobre la investidura] que se tome».
La otra gran diferencia a tener en cuenta es que el ‘rovirismo’ aún no ha escogido un líder o una líder para batirse con Junqueras. «No hay prisa por los nombres, pero es bastante deducible que habrá una alternativa a Junqueras», explica un afín a Rovira con peso en el partido. Así, mientras los partidarios de la secretaria general deshojan la margarita sobre quien es el mejor cualificado o cualificada, el argumento que defienden es que apuestan por un «liderazgo coral» frente al «ciclo de liderazgos agotados de la organización». Un último detalle a tener en cuenta es que el ‘rovirismo’ ha decidido exponerse definitivamente con la presentación del manifiesto. Cada firma que se sume al texto -lleva más de 800-, es alguien que ha decidido significarse por la secretaria general. Hay consellers, dirigentes del partido, diputados y militantes de a pie. La idea es tratar de dar una imagen de fuerza ante el ‘junquerismo’.
La estrategia de Junqueras
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Si Rovira tiene el peso del partido y la responsabilidad de negociar una investidura con el PSC, Junqueras se lo podrá mirar todo desde el tendido. Tras los malos resultados de las catalanas, él quería seguir al frente de la organización, pero la presión interna le llevó a dimitir. Quedar al margen del poder orgánico y de la negociación del PSC le quitará foco y notoriedad, pero también le liberará de presión. Investir o no investir a Illa será, probablemente, una de las decisiones más trascendentales de ERC en los últimos años y Junqueras no será responsable de ella. Para lo bueno y para lo malo. Al estar liberado ya de tareas orgánicas, ha empezado discretamente a moverse por Catalunya para buscar el apoyo de la militancia. La pasada semana se le vio, vía redes sociales, en las comarcas del Ebro. Confía en que ese sea uno de sus grandes feudos para revalidar la presidencia.
A diferencia del ‘rovirismo’, el ‘junquerismo’ ya tiene la gran apuesta con la que competirá en el congreso de noviembre: el propio Junqueras. Un rostro de sobra conocido tanto por militantes como para el conjunto de catalanes. También con ventajas e inconvenientes. Le reprocharán que lleva 13 años en el liderazgo del partido y que, como Rovira, debería hacer las maletas. Un afín a Junqueras lo replica así: «Él siente una sensación de injusticia porque estuvo en la cárcel cuatro años y solo se ha presentado una vez a la presidencia de la Generalitat. Cree que merece otra oportunidad«.
Además, a diferencia de Rovira, no hay un manifiesto que haya hecho que sus apoyos dentro del partido se tuvieran que significar en público. Él también tiene soldados, pero siguen agazapados. Al ‘junquerismo’ no le preocupa que el poder institucional que tiene el partido este del lado de Rovira. Presentan la contienda como una batalla entre «la aristocracia» de la organización contra la militancia.
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De qué lado está la militancia es, ahora mismo, difícil de calibrar. Las dos partes creen contar con ella. En el último congreso había 8.618 personas con derecho a voto. Aquella vez la decisión era relativamente fácil porque solo había una candidatura en liza, la del tándem Junqueras-Rovira. Ahora se tendrán que decantar por uno de los dos.
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