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Cuando me senté con Jane Rigby el mes pasado, en una sala de conferencias del piso superior del Museo de los Niños de Indianápolis (un tranquilo respiro de la multitud de familias que examinaban las exhibiciones cósmicas y los huesos de dinosaurios debajo), sus ojos eran cálidos y mesurados. También llevaba una colección de galaxias con lentes gravitacionales.

Su camiseta estaba decorada con reinos iluminados deformados por estructuras masivas en sus proximidades, estirados y aplastados como caramelo gracias a mareas gravitacionales que retuercen el tejido mismo del espacio-tiempo como si fuera un mar flexible de caucho de cuatro dimensiones. Esta imagen fue en realidad una de las primeras capturas por el Telescopio Espacial James Webb, un instrumento multimillonario chapado en oro ubicado a un millón de millas de Tierra – una máquina de la que Rigby es el científico jefe y de la que ella acaba de ganar la Medalla Presidencial de la Libertad 2024 de la Casa Blanca.