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De convivir con los dinosaurios y sobrevivir a cinco extinciones masivas, el pez manjuarí cubano (Atractosteus tristoechuso gar cubano) hoy enfrenta dos amenazas que finalmente podrían romper su resiliencia histórica: el bagre caminante africano (Clarias gariepinus) y la humanidad.

Los científicos han luchado por rastrear su población durante décadas, casi perdiendo de vista a este extraordinario pez a pesar de sus notables características: un cuerpo cilíndrico y alargado de hasta 60 pulgadas de largo, cubierto de placas parecidas a piedras.

El pez manjuarí, señalado como uno de los pescados más emblemáticos de la isla, ha sido etiquetado como “en peligro crítico”en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desde 2020. Esta clasificación significa una disminución de la población de más del 80 por ciento, principalmente debido a la degradación del hábitat y las especies invasoras.

Cómo ha sobrevivido el gar cubano

El pescado de «muchos dientes» ya era un alimento básico en la dieta de los primeros habitantes de la isla caribeña en la época de la conquista española.

Sin embargo, su linaje se remonta mucho más atrás, unos 240 millones de años, e incluye la historia de los actuales siete gars (Lepisosteiformes), el pez óseo de agua dulce más primitivo que, según Timothy J. Lyonsfuncionario de la Lista Roja de Especies Acuáticas de la UICN en la Sociedad de BioParques de Nuevo México, “se han mantenido relativamente sin cambios durante milenios porque son depredadores muy efectivos”.

Aunque sea un oxímoron, el manjuarí es considerado un “fósil viviente” debido a su enorme parecido con sus (muy) antiguos parientes. Es un término que Erik García-Machadoinvestigador del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana en Cuba y del Institut de Biologie Intégrative et des Systèmes de la Université Laval en Québec (Canadá) y su colega Gabriela Ulmo Díaz negar académicamente. Aún así, es fácil de entender si se quiere llamar la atención urgentemente sobre su conservación.

“El manjuarí ha evolucionado como cualquier animal; sin embargo, sí mantiene características que se podrían considerar típicamente primitivas”, aclaró García Machado.

Por ejemplo, su sistema esquelético contiene una gran cantidad de cartílago en lugar de hueso, y sus vértebras son opistocoelas, es decir, las anteriores son convexas y las posteriores cóncavas.

Para Lyons, los gars en el mundo actual están captando el interés del público. «Quitan el velo del tiempo de un mundo anterior a los humanos», dijo. Y, en este sentido, “especies grandes y carismáticas como el manjuarí pueden ser un modelo para la conservación del agua dulce”.

Una gran tarea cuando tienen casi todo en contra.


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Una criatura misteriosa

Por eso la primera palabra que le viene a la mente a García-Machado es “desconocido”.

Se desconoce su distribución actual, así como su tamaño poblacional, debido a que es difícil encontrar ejemplares dentro del Parque Nacional Ciénaga de Zapata (provincia de Matanzas, ubicada a 100 kilómetros de la turística ciudad de Varadero), donde han sido restringidos. Además, durante el último sondeo no se encontró ninguno en los pantanos de la Isla de la Juventud (suroeste de Cuba).

Antes de 1999 se observaban entre 150 y 200 individuos por kilómetro lineal en la Ciénaga de Zapata. Sin embargo, varios recuentos en los últimos 10 años han encontrado entre uno y cinco.

El manjuarí también es un misterio porque no se sabe si los pocos esfuerzos de conservación en la zona están funcionando o si las medidas de protección han sido efectivas. La captura, matanza o comercio no autorizado del manjuarí se considera ilegal desde 1996, y en 2011 se aprobó su estatus como especie de especial importancia.

“No soy optimista”, confesó García-Machado.

Tampoco Lyons, quien lo expresó claramente: los problemas de la especie “no han cesado y tal vez no sean fácilmente reversibles”.

¿Hay esperanza para los manjuarí en peligro de extinción?

El peor enemigo del pez cubano es una especie introducida como alimento en 1999 que desde entonces ha conquistado toda Cuba continental y la Isla de la Juventud. «Es extraordinariamente voraz», describió García-Machado.

Consume manjuarí juvenil y destruye toda la ictiofauna endémica de agua dulce. En comparación, el comportamiento de los peces autóctonos, aunque carnívoros, no es agresivo.

La presencia descontrolada del Bagre Caminante Africano dificulta cualquier intento de reintroducción del manjuarí. Una opción para el manjuarí es criarlo en cautiverio hasta que supere el tamaño en el que es vulnerable a la depredación. Pero, nuevamente, se “desconoce” si podrá sobrevivir en la naturaleza.

La actividad humana ha provocado que la Ciénaga de Zapata pierda importantes áreas de ciénagas, manglares y bosques de frondosas en las últimas décadas. A pesar de estas pérdidas, sigue siendo el humedal más grande y mejor conservado del Caribe, habiendo sido designado Reserva de la Biosfera y Humedal Ramsar de Importancia Nacional a principios de siglo.

Sin embargo, hasta hace poco unos 60 criadores de manjuarí se criaban en el Centro de Reproducción de Ictiofauna Indígena (CIIR) de la Ciénaga de Zapata, bajo el cuidado de Andrés Hurtado. Algunos ejemplares jóvenes ya han sido liberados, pero se desconoce si han sobrevivido.

El propio ciclo de vida del manjuarí es otro elemento que juega en su contra: los machos comienzan a reproducirse entre los 3 y 4 años de edad, y las hembras lo hacen más tarde; en promedio, la especie puede vivir hasta 25 años. En el centro, algunos ejemplares ya han superado la década de vida, lo que se cree que ya ha afectado su capacidad reproductiva.

Parte de la triste realidad es que el manjuarí está solo. La especie más cercana a los otros gars, Una espátula (conocido como Alligator Gar), habita el este de América del Norte. Sus diferencias genéticas son bastante notables, y aunque pueden hibridar, Ulmo-Díaz sostiene que sería un esfuerzo tan titánico como inútil.

“El acervo genético del manjuarí no es lo suficientemente grande como para que esto sea factible en las condiciones que existen ahora”, afirmó.

Y agregó: “El principal desafío es lograr la supervivencia. Tenemos ideas de cosas que se pueden hacer para ayudar a la especie, pero no podemos decir exactamente en qué estado se encuentra, dónde está o en qué cantidad”.

Una posibilidad es realizar un estudio de ADN ambiental en la Ciénaga de Zapata, que García-Machado y Ulmo-Díaz estiman podría completarse en un año. Es una técnica no invasiva que permite obtener información sobre la biodiversidad de un ecosistema, pero aunque es de bajo coste, todavía se necesitan recursos económicos, en particular, para acceder a las partes más remotas del sitio.

Sin embargo, Ulmo-Díaz es la única que se atreve a revelar su optimismo.

«El CIIR tiene una buena mezcla de criadores y las áreas naturales podrían recuperarse para estar en condiciones de aceptar un cierto número de individuos». No duda: «Creo que podemos lograr su subsistencia». Sólo tenemos que dar el primer paso.


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Fuentes del artículo

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  • Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Manjuarí

  • Investigador del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana en Cuba. Erik García-Machado

  • Oficial de la Lista Roja de Especies Acuáticas de la UICN en la Sociedad BioPark de Nuevo México. Timothy J. Lyons

  • Investigador del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana. Gabriela Ulmo Díaz