Paso una cantidad excesiva de tiempo en mi cocina examinando piezas de plástico, tratando de discernir si están reciclable O no. Si lo son, van en una bolsa junto con vidrio, latas, cartón y papel. Si no, o si no estoy seguro, los meto en una bolsa de plástico (no reciclable) y la meto en el armario que hay debajo de las escaleras. Mi intención es depositarlo en un contenedor para plásticos no reciclables en un supermercado cercano. Pero el camino hacia el vertedero está lleno de buenas intenciones. A veces me exaspero y termino tirándolo.
Si mi clasificación obsesiva realmente hace alguna diferencia, no lo sé. Espero que los materiales reciclables terminen siendo reciclado. En cuanto al resto de cosas, que constituyen aproximadamente la mitad de mis residuos plásticos, no tengo idea de su destino. Supongo que se llama «no reciclable» por alguna razón.
Con suerte, pronto no tendré que perder más de mi precioso tiempo evaluando este tipo de residuos. Poco a poco está entrando en funcionamiento un conjunto de tecnologías de “reciclaje avanzado”, que prometen tomar plástico usado de cualquier tipo y convertirlo en algo extremadamente útil: plástico. El objetivo es crear un economía circular para este material donde ya no hay necesidad de fabricar plástico virgen a partir del petróleo crudo, simplemente reciclar sin cesar lo que ya tenemos. El plástico, demonizado con razón como un flagelo del mundo moderno, podría volver a ser fantástico.
Hay mucho con lo que trabajar. Desde la década de 1950, hemos producido más de 10 mil millones de toneladas…